" En un solo cuerpo no se encuentran bellezas acabadas, sino que están dispersas en muchos cuerpos, y hay que investigarla y aprenderla aunque sea con gran fatiga” (Leon Battista Alberti, De Pictura, 1435).
La propuesta de Ballester en su exposición Abstracción en la Realidad, en esencia, sigue el camino propuesto por Alberti. Por eso no debemos extrañarnos al afirmar que, José Manuel Ballester, se presenta a día de hoy como el Alberti del siglo XXI. Si tenemos en cuenta que Ballester no sólo se licenció en Bellas Artes, sino que además investigó la técnica pictórica, y por consiguiente, perspectivista que practicaron los pintores italianos y flamencos de Época Moderna, observaremos que en la fotografía de Ballester, existe un íntimo y constante diálogo con la concepción artística del arte moderno.
Por tanto, podríamos entender la obra de Ballester en clave albertiana: su fotografía se transforma en una especie de “ventana abierta”, en cuyo interior no sólo se encuentra la multiplicidad de planos que han surgido gracias a la técnica puramente fotográfica y a la utilización de la perspectiva óptico-física, sino que además, se encuentran las realidades subjetivas producto de la experiencia estética y empírica que cada espectador muestra al contemplar la obra de forma individual.
La obra de Ballester se caracteriza, entre otras muchas cosas, por reflejar lugares diáfanos y vacantes de humanidad. Pero si intentamos entender la esencia de las fotografías de Ballester, observaremos que el espectador del siglo XXI es, como diría Protágoras, “la medida de todas las cosas”, pues el individuo expectante -con su presencia corpórea y cognitiva- marca el discurso y el significado sugestivo de la obra. De esta manera, podemos observar como esos espacios que observamos en sus fotografías abandonan su carácter lúgubre y vacío con nuestra presencia físico-temporal. El espectador hipnotizado por el espacio y la música de fondo –que actúa como parte de nuestro aliento- es el verdadero protagonista de la exposición, pues en cada una de las fotografías puede sentir y encontrar una nueva forma de belleza permanente que surge de la experiencia cambiante y que tiene su punto de encuentro en la experiencia estética de la belleza sublime. Todo es por tanto, fruto del devenir, “en el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos” (Heráclito).
Desde sus inicios fotográficos –como nos muestran sus fotografías de la Exposición Lugares de Paso, de 2003-, hasta la actualidad –con sus obras de Abstracción en la Realidad-, la fotografía de Ballester, siempre ha mostrado una unidad de estilo y cierto interés por las formas geométricas, abstractas y volumétricas que brinda el lenguaje arquitectónico. Un lenguaje que a pesar de ser universal, e incluso intemporal, cambia de significado dependiendo del contexto en el que es visto. Igual que para Wittgenstein el significado de la palabra es su uso, las fotografías de Ballester, muestran una descontextualización geográfico-temporal con el objetivo de disolver las barreras y las fronteras geográfico-artísticas. El arte de Ballester es universal, y en tanto que universal, no entiende de fronteras, puesto que en su obra existe una perfecta interrelación entre las distintas disciplinas artísticas.
La obra de Ballester presenta por tanto, una “maniera” única y universal de hacer y de ver el arte donde forma, técnica, textura, color y experiencia se funden con agudeza tanto en las fotografías de Ballester, como en la propia sala expositiva (Sala Alcalá 31). A través de la organización de la sala, el espectador no sólo experimenta los placeres sensuales que ofrece cada fotografía, sino que además puede experimentar las numerosas posibilidades visuales y anímicas que ofrece la misma obra de arte al ser contemplada desde ángulos, o mejor dicho, desde perspectivas diferentes.
Inmaculada García Rubio.
José Manuel Ballester, Abstracción en la Realidad. (Alcalá 31, Madrid).
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