domingo, 16 de octubre de 2011

MANERAS DE MIRAR

“La abstracción en la realidad”. José Manuel Ballester. Sala Alcalá 31.

La exposición del fotógrafo madrileño José Manuel Ballester, realizada con motivo de la concesión al mismo del Premio de Fotografía de la Comunidad de Madrid en su edición de 2008, refleja la increíble capacidad del artista para representar, a partir de algo tan tangible como la arquitectura, nociones tan abstractas de la realidad como el espacio, la luz y el tiempo. Para él, la abstracción y la realidad están entrelazadas, ambas forman parte de la condición humana, y lo que intenta es romper las barreras que teóricamente existen entre ellas. Así, a partir de paredes desnudas, estrechos pasillos o pequeños tramos de escaleras, consigue crear unas composiciones en las que una simple esquina adquiere una belleza casi mística. Para conseguir esto se basa, en primer lugar, en líneas muy puras, que a veces se elevan hasta el infinito y dan una sensación de eternidad. El color también es muy importante en sus fotografías. En casi todas ellas predominan el blanco y los colores neutros, aunque a veces juega con la contraposición de planos de colores más estridentes que crean un espacio irreal. El tamaño de cada obra está también minuciosamente elegido. Así, utiliza, por un lado, panorámicas, que amplían el espacio y dan a los escenarios sensación de grandiosidad, fotografías de gran formato, que nos introducen en esos edificios vacíos de tal manera que parece que estemos dentro de los mismos, y fotografías de un formato más reducido, con las que quiere transmitirnos intimidad y cercanía. Pero lo importante es que en todas ellas da una visión abierta de las arquitecturas, para que cada espectador pueda recrear su propia historia.

La presencia humana adquiere también una gran importancia en su obra precisamente por la ausencia de la misma. Así, esta presencia se manifiesta de forma indirecta, no tangible. Las pocas figuras que aparecen lo hacen de forma borrosa, casi como espectros. El hombre está presente a través de las huellas que deja a su paso, a través de lo efímero. Las arquitecturas se presentan de este modo de forma implícita como huellas de un testimonio. Esto está relacionado con otro punto fundamental de la muestra, el vacío. El vacío, que para Ballester puede estar asociado, por un lado, a la soledad y al desarraigo pero que, por otro, puede tener una connotación positiva en el sentido de ser una herramienta para encontrarnos a nosotros mismos. Y esto es lo que pretende con sus fotografías. Utilizando sus propias palabras: “llenar de vacío la realidad” porque “el vacío llena mucho”.

Basándose en todo lo anterior, Ballester crea una obra completamente sublime, con la que pone de manifiesto, no sólo el gran dominio que tiene de la técnica, sino una capacidad increíble para captar la belleza que nos rodea y que para nosotros pasa completamente desapercibida. Consigue, mediante su particular forma de mirar a través del objetivo, no ya plasmar la realidad, sino transformarla y convertirla, en algunos casos, en algo absolutamente irreal y abstracto. Esto es lo que diferencia a un fotógrafo de un artista, ese ojo privilegiado, esa manera de mirar diferente, esa capacidad de escudriñar lo cotidiano para componer un poema visual de algo tan mundano como, por ejemplo, un parking. Con sus fotografías Ballester nos está invitando a mirar a nuestro alrededor, a tomarnos nuestro tiempo y prestar más atención a lo que nos rodea, porque está claro que el ritmo de vida que llevamos está haciendo que nos perdamos muchas cosas, y es una pena estar rodeados de tanta belleza y no saber apreciarla.

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