miércoles, 19 de octubre de 2011

“Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar”

Maja Bajevic, Continuará.
Palacio de Cristal, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
Por Ana Isabel Cortés Lillo.


El verso de Antonio Machado que da título a este escrito resume perfectamente la esencia de la exposición Continuará, de la artista francobosnia Maja Bajevic, que exhibe su obra en el Palacio de Cristal.
Su obra gira en torno al cambio como factor intrínseco de la historia. Los temas que elige están marcados por el conflicto, la revolución que conlleva consigo alteraciones y transformaciones. El lugar en el que está ubicada la exposición además es un espacio que ayuda a reforzar el significado de ésta. En su interior, sobre el polvo de los cristales del palacio y proyectados en el vapor de la noche, la autora ha introducido numerosos eslóganes políticos y económicos, que han formado parte de diferentes acontecimientos históricos, considerados por la autora como los más decisivos en las transformaciones a las que se ha visto sometida la historia desde 1911, como fueron la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial, el Mayo del 68, la caída del Muro de Berlín y la actual Primavera Árabe. La artista descontextualiza todos estos eslóganes y nos muestra el carácter dual de estos, que han sido utilizados tanto por la derecha como por la izquierda. De tal manera, Bajevic nos muestra cómo los puntos opuestos se tocan y cómo en la historia todo cambia.
En el centro de la estructura palaciega encontramos el “monumento” realizado por Bajevic. Este es un gran pódium rodeado por andamios que cumplen varias funciones, por un lado, dan acceso al espectador para ver la obra, y por otro lado, completan el significado de esta, ya que hacen que no se sepa con certeza si la obra está siendo construida o decronstruida, tal y como ha afirmado la autora. Este gran pódium se encuentra sin estatua fija, pues es el mismo el espectador, que sube al monumento y luego se va, la estatua fugaz que por un momento fue la protagonista de esta pieza, lo que refuerza esta idea del cambio como único factor estable en la historia y, asimismo, hace referencia a la intrahistoria, ya que lo que de verdad hace que el mundo cambie, son las personas de a pie, gente anónima pero imprescindible para esas transformaciones.
Una vez arriba, el espectador tiene dos opciones, o volverse por donde ha venido y ver de nuevo lo que ya ha visto, es decir, las cinco pantallas donde se proyectan el video titulado Wende, o lanzarse por el tobogán que forma parte del monumento, opción quizá un poco más arriesgada (tal y como alerta el cartel junto a este). Este tobogán, cuya altura puede imponer, quizá pueda simbolizar el movimiento y la violencia que conlleva consigo toda revuelta o revolución, en la cual participan aquellos que asumen el peligro y se arriesgan.

Sin embargo he de decir, que llama mi atención el hecho de que, a pesar del origen natal de la artista sea Bosnia, lugar fuertemente azotado por la guerra, haya elegido la Guerra Civil española como uno de los acontecimientos más decisivos de estos dos siglos. A mi modo de ver, esto se puede deber simplemente a que su obra está siendo exhibida en este país.
Finalmente, destacar que a pesar de que Bajevic intenta despertar a la “bella durmiente” que es el Palacio de Cristal, la autora acaba cayendo en el mismo recurso utilizado por el poder para distraer al pueblo y alejarlo del conflicto, ya que su obra queda un tanto desperdigada dentro de la conciencia del espectador, pues mientras los eslóganes son lanzados y el vídeo Wende nos muestra las revoluciones que ha sufrido nuestro mundo desde 1911 hasta hoy, el pueblo disfruta más lanzándose por el tobogán e intentado plasmar su nombre en el efímero polvo que se encuentra sobre los cristales del palacio, que en comprender el trasfondo y el corazón de la propia obra.

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