domingo, 16 de octubre de 2011

Pequeñas Soledades

José Manuel Ballester, “La Abstracción en la realidad”.
Sala de exposiciones Alcalá 31, Madrid. (Del 8 de Septiembre al 20 de Noviembre).


José Manuel Ballester (Madrid 1960), se licenció en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid y fue galardonado con el Premio Nacional de Fotografía (2010) y con el Premio de Fotografía de la Comunidad de Madrid (2008). Iniciará su carrera artística con la pintura y se centrará en la fotografía arquitectónica a partir de 1990.
Abrirá una vía temática en la que sigue trabajando en la actualidad, tomando como punto de ruptura su óleo “En construcción” (1988), donde muestra un edificio real inacabado, situado en medio de un descampado que se encuentra muy relacionado con el motivo de esta exposición. Abandona el lenguaje clásico para interpretar su propio espíritu sirviéndose de la arquitectura como excusa para alcanzar lo que verdaderamente le importa. Representará andamios, grúas, escaleras, diversos materiales y cascotes, mostrando obras paradas desde hace tiempo, donde no se distingue a nadie trabajando en ellas, mostrando la presencia humana sin que aparezca en las imágenes, mientras juega con bruscos contrastes de luces y sombras creando espacios ilusorios y algo fantasmagóricos.
Representará las nuevas formas del mundo urbano, donde sus ciudades parecen dormidas y desiertas, prestando atención tanto a exteriores como a interiores de conocidos arquitectos contemporáneos españoles o extranjeros entre los que destacan Sainz de Oiza, Cruz y Ortiz, o Rafael Moneo.
La exposición muestra una selección de unas 50 fotografías y un audiovisual que nos otorgan una amplia gama de posibilidades interpretativas. Las obras de diversos formatos e impresas en distintos tipos de soporte, en su gran mayoría son inéditas, realizadas por el artista durante los cinco últimos años de su trabajo. Se exhiben ocupando ambas plantas de la sala donde el espectador realiza la visita mientras escucha ópera, existiendo un vínculo con el espacio expositivo, las obras y la música, que llega a formar parte integra del significado de su obra como un todo.
La soledad nos invade dentro de los espacios inmensos representados, a la vez que nos hace formar parte de ellos, de cada color, de cada silencio. Las arquitecturas desérticas nos aportan sosiego, nos llevan a la reflexión de nosotros mismos dentro de ellas, nos hace conscientes de nuestra propia existencia, empequeñecidos por los espacios y a la vez centro de cada uno de ellos.
Tomamos consciencia de nosotros mismos como seres individuales, dentro de espacios que son conocidos para todos los visitantes por los que pasean miles de personas cada año y que se vuelven únicos para nosotros, exclusivos para nuestra propia reflexión. Edificios tan famosos como la Fundación Beyeler de Basilea, el Ullens Center for Contemporary Art de Beijing, el Moma, el Rijksmuseum de Ámsterdam, el Museo del Prado, la Ciudad de la Cultura de Galicia o el Museo Reina Sofía entre otros, se presentan descontextualizados, dejan de tener identidad para pasar a ser simples formas geométricas llenas de color, espacios vacíos, curvas y rectas… no lugares, que nos hacen reflexionar sobre la realidad, sobre lo que nos rodea y sobre nuestra forma de mirar. Dentro de estos pasillos interminables y vacíos nos invade una sensación de agobio ante la realidad, cada uno siendo consciente de sus propios deseos miedos y soledades, haciéndome recordar una frase de Roland Barthes que siempre me ha hecho reflexionar: “… el mundo está hecho así, a base de pequeñas soledades”.
Pasamos dejando inadvertido lo que nos rodea como si nuestros ojos se hubieran acostumbrado a nuestro entorno de tal forma que no nos sorprende nada, hasta que nos hacen parar para mirar con claridad y vemos los aspectos de la vida que hemos perdido, tomando la arquitectura como huella del paso del tiempo, donde el final último del hombre es el olvido.

Yolanda Merino Aguirre

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