viernes, 21 de octubre de 2011

El (maldito) polvo de Maja

La última instalación de la artista bosnia Maja Bajevic en el Palacio de Cristal es un cúmulo de paradojas. El mismo lugar donde se encuentra es uno de los pocos que en Madrid resultan ser un remanso de tranquilidad. El verde frondoso conduce al visitante a un palacio transparente en el que la furiosa Bajevic ha colocado sus proclamas políticas. Y esta es la primera de las paradojas: la punzante lucha que propone la artista, envuelta en el tranquilo abrigo verde de El Retiro. En relación con esto mismo, parece que uno de los aspectos quizá más desaprovechados de la instalación es el lugar donde se halla. El Palacio de Cristal es una construcción con un cierto aire romántico, de líneas puras y agradables, que constituye un marco fantástico para desarrollar exposiciones y que quizás en este caso ha sido ciertamente desaprovechado.

Erigida en adalid de la lucha política actual, se impone como una de las artistas más contestatarias del mundo contemporáneo. Es posible que su lugar de origen haya sido uno de los motivos que han provocado esa diríase casi necesidad de protestar. Muchos otros habrán incidido en este aspecto antes que yo. Primero, porque es una explicación muy simple y evidente y, segundo, porque a pesar de su espíritu reivindicativo, Bajevic es una artista consagrada, que ha participado en numerosas exposiciones, motivando así que se hayan escrito tantas críticas sobre su obra, que resultaría extraño que nadie hubiese hecho hincapié en ello.

La instalación consiste en una especie de pedestal –eso dicen- al que los visitantes pueden subir. Es de esta manera como ese pedestal se convierte en la única parte fija de la escultura, mientras que la figura en sí –cuando la hay- está constantemente cambiando. Esta es otra de las paradojas de la instalación y posiblemente la más relevante: la única certeza es la persistencia del cambio; es el cambio lo único que no cambia. La persistencia del cambio, de la mutabilidad de las cosas, es el paradigma que mueve el trabajo de la artista. Es en este sentido en el que se justifica la introducción de una serie de videos con imágenes de algunos de los movimientos de cambio social más recordados.

Durante ciertos días, además de la instalación se celebraba -¿se dice así?- una performance consistente en una soprano que, subida al inestable pedestal (había un cartel advirtiendo de que no podía haber más de diez personas subidas a la vez. Menos mal que no llamaron a la Castafiore…), cantaba las proclamas políticas escritas en los cristales. Qué extraño, de verdad. Y de nuevo qué paradójico. Por un momento temí que los tonos alcanzados por la soprano hiciesen saltar los cristales…

Y, sí, ya sé que se supone que los andamios se relacionan con la idea de un mundo en (de)construcción y cambio, pero aún así, señores, ¿no creen que habría que ser más riguroso con los acabados? En fin, ¿más pulido con los detalles? A saber: desde luego no entiendo todos los idiomas utilizados en las proclamas (en ningún caso intenté tampoco leerlas todas), pero las que estaban escritas en español tenían faltas de ortografía y eso, señores, creo que nunca formó parte de la idea original, aunque quizás me equivoque.

Y, por último, un detalle que deberían tener en cuenta si se vuelve a celebrar esta performance. El material con que marcaban los eslóganes llenaba el recinto de polvo, por lo que esta mejorable opinión mía sobre la exposición quizá tan solo se deba al disgusto que me acarreó el alarmantemente agudo ataque de alergia que sufrí durante mi visita.

Maja Bajevic, To be continued

Palacio de Cristal, del 27 de mayo al 3 de octubre de 2011

Susana Herrero

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