lunes, 24 de octubre de 2011

Pan y Circo

Pan y Circo

En el Palacio de Cristal del Retiro tuvimos la oportunidad de ver, hasta el día 3 de octubre del presente año, la exposición titulada Continuará, de la artista bosnia Maja Bajevic (Sarajevo, 1967).

Desde fuera del palacio, se puede observar ya, lo que es el plato fuerte de la exposición, un enorme tobogán, que impresiona al visitante.

Pero el tobogán no es concebido como un entretenimiento para pasar la tarde con los nietos, ya que tiene implicaciones ideológicas, como señalaremos a continuación.

La estructura que conduce al tobogán es una especie de monumento en construcción, o deconstrucción, en palabras de la artista, pues se accede a él, por medio de andamiajes precarios.

Esto es un simbolismo, de cómo la historia se va construyendo una y otra vez, repetitiva, cíclica, como un monumento escultórico dedicado a dictadores que en su momento histórico son protagonistas; posteriormente serán olvidados, y sus estatuas retiradas.

Pero cuando pisamos esta estructura del tobogán, este falso monumento, no tenemos en frente a ningún personaje histórico que nos escudriñe con su mirada. Somos nosotros por un momento efímero los protagonistas, mientras el público que ha acudido a la exposición, nos observa, esperando que nos lancemos por el tobogán de gran pendiente, o que miedosos, demos media vuelta y bajemos por la misma escalera del andamio por la que accedimos.

Ese juego ideológico, es lo que la artista pretende, pero desde luego no es lo que piensan la mayoría de personas que se lanzan, una y otra vez por el tobogán, y que cuando acaban cansados del mismo, se fijan en que en la parte posterior del monumento hay colocados varios monitores que ofrecen escenas heterogéneas que hacen referencia a la caída del muro del Berlín, como suceso histórico destacable e indiscutible.

Pero este no es el último reclamo, ya que en los cristales del palacio, previamente emborronados, se ha escrito con el dedo, cien eslóganes políticos de los últimos cien años, que cada día son borrados, y de nuevo escritos, en una analogía al sentido cíclico de la historia que pretende demostrar la artista.

En los cristales, cómo no, ha interactuado gran parte del público, que no duda en poner sus iníciales y las de su amado/amada, aunque con esto reescriban sobre los eslóganes, haciendo ilegible gran parte de los mismos.

Pero se entiende que Maja contaba con esto y no lo pretende evitar, aunque por si acaso, también nos acompaña un hilo musical, en el que distintas voces repiten los eslóganes cantándolos.

En estos eslóganes podemos ver como las palabras, a fuerza de ser usadas para tan distintos fines, acaban por no significar nada, convertidas en frases vacías con manidos significados.

La palabra libertad, tantas veces cacareada tanto por políticos de izquierdas como de derechas, acaba por perder toda sustancia.

Como insustancial resulta realizar una crítica, si sólo arañas la superficie del problema. En mi opinión la exposición de Maja es un ejercicio de obviedad.

Porque aquello que critica es de sobra conocido, pero para ello utiliza unos medios, como el tobogán, que no solo no tienen relación con lo político, si no que en la exposición son malinterpretados.

Que el público se interese en el tobogán como reflejo de una sociedad que lo único que necesita es pan y circo, no me parece tan revelador, ni algo oculto que Maja haya venido a descubrirnos.

Lo que realmente hubiese sido impactante es poner ante nosotros una visión ideológica más comprometida, más crítica y no tan superficial, aunque hubiese sido más directa y entendible en sus medios, porque lo importante de su obra, no es la belleza estética, si no el significado.

En definitiva, la exposición busca ser más emocionante cuánto más te impliques en ella, pero resulta decepcionante cuando descubres que algo que parece especial, tiene un fondo insustancial.

Sara Ruano Rodríguez.

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