domingo, 30 de octubre de 2011

¿estrategia de juego o parque infantil?


alighiero boetti. estrategia de juego

Alighiero Boetti, nacido en Turín en 1940 comenzó jugando ya con el arte povera en la década de los sesenta, y fue recorriendo múltiples estilos a lo largo y ancho de su carrera para acabar con los bordados de los mapas mundiales. Todos estos estilos han sido reunidos por el MNCARS en esta cuanto menos curiosa exposición.

Una exposición maravillosa si queremos librarnos una tarde de nuestros pesados hermanos o primos pequeños, además de una espléndida manera de enseñarles geografía, los días de la semana o cómo hacer manualidades de las que el mismísimo Jordi, presentador del programa infantil Art Attack, estaría orgulloso.

La sala de Rotolo di Cartone Ondulado o Ping Pong parece, más bien un parque infantil, donde los aturdidos padres pueden apoyarse en esa especie de barandilla para descansar un rato de sus contentos retoños, los cuales, aprenderán con Boetti desde qué es un tubo de P. V. C. hasta las gamas cromáticas parecidas a las fechas que pintaba (por sí mismo) el japonés On Kawara. Muy útil y didáctico todo.

Boetti, parece tener muy presente en toda su obra el tiempo, el juego y la incertidumbre de que unas artesanas afganas usaran un hilo azul en vez de rojo como Boetti había pedido. Lamenté no haber llevado conmigo a mi abuela a la exposición, pues los bordados tan maravillosos para cojines o aquellos mapas geográficos le hubieran venido de perlas como complemento decorativo para su casa. Vamos, ni IKEA. Lo que no sé es cómo la mariposilla posada en el corazón de Boetti no se asustaba y echaba a volar como si no hubiera mañana con los pitidos tan fantásticos que sonaban cada vez que te acercabas a cualquier obra. Épico.

Épicos resultaron también los “guías” que te encontrabas por las salas, osado aquel que probase a preguntar algo, porque nadie sabía nada de nada. Y qué decir de los autorretratos hechos directamente desde la fotocopiadora, ni el mismo Bart Simpson posando su amarillo trasero en la máquina podría haberlo mejorado, o el intento de un Jabberwocky al más puro estilo de Carrol en esas representaciones de las letras escritas al "verrés", o la obra de Los Años de mi vida, en la que nos narra repetidamente manías por las que le dio al artista. Por lo que se ve, se sabe que estuvo jugando al póker un tiempo y que más tarde se puso a fumar como un carretero…

He de decir que me pareció alucinante la paciencia e increíble dedicación que tenían los amplios trabajos a bolígrafo azul y verde, así como los bordados, pero claro, y aquí es donde entra el valioso tiempo de Boetti: ninguno hecho por él. Por lo menos escogía los sexos o la procedencia de los realizadores. Me imagino el apocalíptico momento de recibir una llamada del tipo: “Buenas, soy Boetti, que nada, era por si te hacía pintarme tres murales A BOLI del tamaño de una sala de museo a ti y a tu amiga, que yo es que no tengo tiempo sabes…”.

A medida que iba avanzando la exposición se ponía cada vez más interesante. Lo que menos me gustó de todo fue el no poder gozar del tacto de aquellos objetos de arte, que estaban ahí en plan mírame pero ni se te ocurra tocarme. Sin embargo, puede que no comprenda aún este tipo de arte, o puede que no llegue nunca a entenderlo, pero todos tenemos derecho a una opinión, y lo que sí sé es que ni estética ni conceptualmente esta exposición ha llamado en ningún caso mi atención.

Mariela Bargueño Rodríguez

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