domingo, 16 de octubre de 2011

Rincones reales para la reflexión

Cuando el visitante entra en la exposición de José Manuel Ballester, con lo primero que se encuentra es con la obra “Retablo de sombras. Ámsterdam 2007”, pasa casi desapercibida pero, si nos detenemos y la observamos podremos sacarla mas interpretaciones que un mero andamio de obra cubierto de tela. Sobre la superficie de la tela, casi trasparente, aparece el símbolo de la cruz y sobre ella, curiosamente un triángulo verde como símbolo divino, quizás sea solo fruto de mi imaginación, pero llamó mi atención.

Después accedemos a la primera de las salas, con cuatro obras de gran formato, tras esta, un pasillo lateral con siete obras de mediano y gran formato, una segunda sala con otras nueve obras y otro pasillo lateral con catorce más. Por último una sala de audiovisuales entre ambas salas y unas quince obras más en la planta superior. Una densísima exposición bien comisariada por Lorena Martínez de Corral.

Sigo, después de haber visto la exposición con mucho detenimiento, sin saber a ciencia cierta qué buscar expresar el artista, a través de sus fotografías, por lo que hablaré de lo que representan para mí:

En alguna de las obras aparece como elemento base la acción humana en grandes obras como la “Torre de televisión digital de Brasilia”, la “Foto de Río de Janeiro”, “Cubierta CCS 2 De Santiago de Compostela” o “El pabellón de España en la Exposición Universal Shangai 2010”. Al observarlas, el sentimiento romántico del hombre como individuo ante la inmensidad surge dentro de mí, y me vienen a la cabeza de obras de C. D. Friedrich. Además me llamó la atención la oposición entre las obras de Río de Janeiro y de Santiago de Compostela, enfrentadas entre ellas en la sala, la una, inmensidad natural, blanca, de día, en la otra, inmensidad artificial, negra, parece un manto de estrellas.

La mayor parte de las obras de la exposición, presentan espacios interiores, vacios, como si fueran escenarios, cuidadosamente seleccionados, donde la realidad desaparece y se pone al servicio de la interpretación de cada cual. Las realidades allí representadas, se convierten en composiciones abstractas. Domina en ellas, el uso deliberado de la luz como un elemento más y también la simetría axial.

Vemos como en algunas los volúmenes y la geometría juegan un papel esencial, como son las referentes a la Biblioteca de Santiago de Compostela. El artista, además, busca los planos más inusuales, imágenes a las que no estamos acostumbrados en nuestro día a día. Además, es llamativo ver cómo la arquitectura pierde su sentido y cualidades, es decir, la arquitectura es una disciplina ligada a la ciencia, a lo objetivo, a la exactitud y Ballester la pone al servicio de algo cambiante, mutable, subjetivo y no preciso.

También hay algunas en las que existe una pulsión, son lugares donde parece que va a ocurrir algo en ese preciso momento, pero no ocurre.

En otras, el color y la composición, me ha recordado a artistas como M. Rothko, en cuadros como “Doble entrada. Burgos”, o Vasarely en otros como “La reina de la noche. Madrid” y “Nuevo interior del M.O.M.A”, obra que también puede guardar relación con alguna escultura de J. Oteiza. También hay algo de P. Modrian en su obra, especialmente en algunas como “Nocturno. Beyder” donde se crea un atractivo juego de verticales y horizontales.

Para terminar, resaltar esa especie de cuatríptico que colgaba de uno de esos pasillos, llamado “Composición negra” que me trajo la idea de la muerte y la relación que veo entre las obras de Ballesteros y algunas de A. Nemours y del también fotógrafo J. M. Mellado.

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