Todo son juegos

Alighiero Boetti “Estrategia de Juego”

Del 5 de octubre al 5 de febrero de 2012.

Estamos ante la mayor retrospectiva que se ha hecho hasta el momento del artista italiano Alighiero Boetti. La exposición ha sido organizada conjuntamente por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Tate Modern de Londres y Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York.

La muestra reúne más de cien obras seleccionadas por Lynne Cooke, Mark Godfrey y Christian Rattemeyer, con el apoyo de Archivio y la Fondazione Alighiero Boetti, que abarcan toda su trayectoria artística desde 1966 hasta su muerte en 1994.
El artista vinculado inicialmente al arte povera, pronto desarrollará una obra conceptual, basada en ideas cercanas a la dualidad, lo sensible o el tiempo y analizadas bajo la subjetividad del artista.

Aquí el juego está omnipresente y la experiencia también. Existe el deseo incorporar su experiencia a la nuestra. Boetti nos tiene en sus manos, juega con nuestra percepción como espectadores. Los directores de la exposición también juegan con nosotros, nos hacen vagar sin un rumbo determinado, sorprendiéndonos aquí y allá, nos desafían a encontrar la lógica del conjunto.

Todos sin excepción subrayan la heterogeneidad y pluralidad de obras que expresan toda su carrera. Por ello se le considera un artista inclasificable y una de las figuras más influyente de la segunda mitad del siglo XX. Dentro de toda esta heterogeneidad podemos apreciar constantemente el gusto por el contraste entre orden-desorden, unicidad-multiplicidad, luz-oscuridad (buena muestra de ello es Ping Pong).

Obligados a buscar un denominador común entre toda la variedad de Boetti, podemos señalar invariablemente algunos conceptos que se repiten: el tiempo, el juego, el azar.
El papel del azar, tanto en la vida como la obra de Boetti, es indiscutible. La colocación de la exposición parece arbitraria y aleatoria, y en ella el espectador no es más que otro peón. En segundo lugar, el papel del tiempo también es incuestionable, presente en sus obras, sus relojes, su pensamiento. Aficionado a dejarse llevar por sus propias adivinanzas y pensamientos sobre el futuro, incluso predijo su propia muerte (de forma errónea). Lampada Annuale es quizás el mejor ejemplo que entrelaza su pasión por el azar y por el tiempo, una lámpara minimalista que se ilumina once segundos al año aleatoriamente. En palabras del propio Alighiero: “El tiempo es fundamental, es el principal factor de todo”.

Cuanto más pienso en ello, más claro se me hace su camino. Para un niño no existe el tiempo, sólo la imposición por parte de los adultos. ¿Estaría tratando de avisarnos acerca de nuestra obsesiva compulsión acerca del mismo? Quizá lo que haya detrás de toda esta heterogeneidad no sea más que su búsqueda de la simplificación e ingenuidad del arte, como con su obra Viaggi Postali, con aviones surcando el cielo como si se tratara del dibujo de un niño. Quizá su producción no sea más que la de un niño habitando en el interior del cuerpo de un adulto. Un niño que ha aprendido algunas de las maldiciones que acompañan al estado adulto y “maduro” de nuestras vidas. Un niño que mira con recelo las fronteras que nos hemos autoimpuesto a lo largo de la historia (Mappa) o nuestra desagradable tendencia hacia la clasificación extrema en cada uno de los apartados de nuestra vida (Classificazione dei mille fiumi piu lunghi del mondo o los mil ríos más largos del mundo).

La producción de un niño no es heterogénea ni congruente para nadie excepto para él mismo. No es más que su pasatiempo, su juego. Carente de estrategia y al mismo tiempo a prueba de todas. Y nuestro juego es descubrir lo que ha expresado para sí mismo, subjetivamente. No hay unicidad, no hay multiplicidad, sólo existe su expresión. Nuestros vanos intentos de entendimiento y clasificación vienen y van, confusos e inseguros. Lo único que permanece es Boetti en forma de obra de arte como una brisa de nostalgia. Pero será breve, al cruzar las puertas, volveremos inevitablemente a ser adultos.

Yolanda Merino