lunes, 17 de octubre de 2011

ABSTACCIÓN Y FIGURACIÓN EN ALCALÁ 31

“La Abstracción en la Realidad” es espacio, luz, arquitectura, tiempo, figuración y abstracción. Éstos son algunos de los nombres que me sugiere esta exposición del Premio Nacional de Fotografía 2010 y Premio de la Comunidad de Madrid 2008, José Manuel Ballester, en Alcalá 31.
Todos y cada uno de esos conceptos tienen cabida en la exposición que sobre los últimos doce años de su trabajo expone la Sala Alcalá 31 y en el recorrido por esos espacios, esos vacíos y esas formas capturadas por su cámara, resulta, a veces, bastante complicado tratar de descubrir su verdadero sentido; o tal vez, no lo tengan y simplemente el artista nos las muestra para que cada cual las interprete libremente.
Un medio centenar de fotografías de diferente formato (las hay gigantescas y de formato mediano) y un audiovisual de formas, luz y color, dialogan en un gran espacio, apenas roto por unos tabiques o las escaleras que ascienden a la segunda planta desde la que la sensación espacial recobra, si cabe con más fuerza, una magnitud tridimensional ilusoria, nos sitúan en unos enclaves elegidos magistralmente.
Las fotografías permiten interpretar una visión muy personal del artista puesto que los detalles de cada una de ellas parece que huyen de los criterios estéticos, comerciales o ideológicos. Se adivina una forma de ver y contar íntima y personal, pero al mismo tiempo transparente, en un relato ininterrumpido en el silencio de la sala.
Los edificios, son, sin duda, emblemáticos de las diferentes exposiciones internacionales a las que ha asistido el artista, pero si no se lee el rótulo correspondiente, sería prácticamente imposible saber de qué edificio y de qué urbe se trata. Son arquitecturas, salas o paramentos anónimos; modernos, sí, pero sin adscripción artística o de mercado.
Es difícil sustraerse a una sensación de soledad, de misterio, de nostalgia. La grandiosidad de algunas arquitecturas contrasta con la intimidad del recodo de una escalera. En la ausencia total de personajes que hay en la escalera, se cruzan unos con otros y van dejando la señal de una huella, un signo que incluye por igual el recorrido constante y bullicioso de gentes de otras culturas y la monótona y machacona resonancia ruidosa del trabajo que es idéntica en cualquier parte.
Tal vez, José Manuel Ballester, en su recorrido por espacios, urbes y arquitecturas, nos haya querido traer la cotidianeidad de otros lugares; unos próximos, otros lejanos; pero una escalera, una puerta, un muro y una bóveda metálica son elementos muy comunes. Son simplemente la huella del quehacer del hombre. Son el testimonio que recuerda y produce una tensión, un diálogo y seguramente una emoción.
La investigación del espacio parece el único objetivo de la cámara de Ballester pero con esa abstracción figurativa parece introducirnos en el mundo de un diálogo emocional y tenso. Un diálogo atemporal como suele serlo cualquier testimonio humano. Las imágenes se antojan discordantes y armónicas, ruidosas y armoniosas.
En ese escenario que el artista ha montado con su exposición, los personajes ya han abandonado la escena; incluso han dejado roto el pavimento por su uso continuado y la soledad impregna las paredes de la sala.
Se percibe un lugar al que uno se retira en soledad. O, mejor, muchos lugares cambiantes como las formas del audiovisual y como las estructuras de las fotografías. Parece un sitio para reflexionar tras el duro bregar del individuo. Uno escoge la escena que quiere. Las hay de grandiosidad, de magnificencia, de calidez por el color, y las hay de pequeñez e intimidad. En cualquiera tienen cabida los pensamientos cambiantes del audiovisual la historia de sus actores.

Enrique Delgado de Francisco. Grupo 81.

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