lunes, 24 de octubre de 2011

Jugando a ser niños entre las sombras de Madrid.


Maja Bajevic, Continuará.

Del 27 de mayo al 3 de octubre de 2011

En el Palacio de Cristal, Parque del Retiro.

Exposición organizada por el Museo Reina Sofía.

Al entrar en el palacio de Cristal,de un primer vistazo, se observa, en el centro de la luminosa estancia, un gran tobogán, unido a un cubo rodeado de andamios, en el cuál aparecen unos pequeños nichos con vídeos de multitudes participando de movimientos diversos. Los cristales, con vaho, contienen mensajes de contenido político, marcados con el dedo y ambientando toda la obra, un mensaje sonoro de voces a capella que se suceden de forma continuada.

Un antimonumento, como la propia Bajevic lo califica, un gran pedestal sin ídolos, un testimonio, que pretende ilustrar la realidad histórica y sociopolítica de los últimos cien años. Una vez más, el visitante es el verdadero protagonista de todo esto.

Una manifestación de lo efímero, del constante cambio histórico social, tanto en lo conceptual como en la obra en sí, el andamiaje, desmontable en su totalidad, rodea el tobogán por el que nos precipitamos, en un continuo viaje, que podemos repetir hasta la saciedad, es un arte enmarcado dentro de un contexto creativo de crisis política, Bajevic, lleva a cabo esta obra como reflejo del movimiento histórico de los últimos cien años en occidente, centrándose en cinco acontecimientos clave, que han marcado el último centenario.

Las voces que resuenan en la sala, repiten los mensajes escritos en las ventanas, creando un ambiente casi hipnotizante. El camino para subir al tobogán se constituye casi como una procesión, una especie de via crucis, una vía de meditación, acerca de todo lo que nos rodea según ascendemos, en cada una de las “estaciones” de la exposición.

Nietzsche pensaba que había dos clases de hombres, los señores y los siervos, que a lo largo de la historia han dado su propio sentido a la moral, en este tobogán político, que refleja de algún modo toda esa moral altiva y dominadora que ha marcado el devenir histórico, endulza nuestra condición de siervos haciendo más llevadera nuestra condición cuando nos precipitamos por la gran rampa, sin darnos cuenta de que realmente esa rampa es una vía de escape pero una vía marcada que siempre es la misma, una solución lúdica, de carácter evasivo, que nos hace olvidar un poco todo aquello que nos rodea.

Un paradójico “juego de niños”, un tobogán por el que todos deseamos tirarnos, es realmente el elemento central, el más excitante y llamativo para todos aquellos que visitamos la muestra. “vamos a ver la exposición del tobogán”, parece ser el punto clave, todo lo demás pasa algo desapercibido.

Quizá continuará es una metáfora de la vida misma, un camino que se repite una y otra vez, en el que somos muy conscientes de todo lo que nos rodea, pero en el fondo, todo eso nos toca un poco de lejos, lo que realmente queremos es tirarnos por el tobogán y ver la forma que va dejando la huella de nuestro paso al deslizarnos, por lo demás, que sea lo que Dios quiera, de momento qué divertido es tirarse por un tobogán, después ya iremos viendo, creo que el verdadero objetivo de la obra, pasa a un discreto segundo plano, como muchas veces ocurre en el Arte contemporáneo y esque para bailar el tango, hace falta ser dos.

Laura Casla Ocaña

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