viernes, 14 de octubre de 2011

Un objetivo abstracto

José Manuel Ballester: La abstracción en la realidad

Sala Alcalá 31


Llenar de vacío la realidad, así es como Jose Manuel Ballester califica su trabajo expuesto en la Sala Alcalá 31, arquitectura dentro de arquitectura, un espacio autorreferencial idóneo para las fotografías de arquitecturas que se extienden a lo largo de los muros de la sala.

Existe ciertamente una dualidad si atendemos a la percepción de las imágenes, son espacios solitarios, carentes de cualquier presencia humana, alejando la tercera persona para crear una visión propia, un enfrentamiento entre el yo y la arquitectura, pero resultan ser a la vez una invitación a la reflexión, íntima e individual.

Ballester no duda en poner a prueba mediante sus fotografías,la capacidad de organización y manipulación mental de los espacios para trasladarla hacia una experiencia extrasensorial del espectador, que es única e intransferible, no hay un único punto de vista, y precisamente es lo que quiere manifestar, una pluralidad contemplativa, que dé lugar a diversas interpretaciones.

Es la representación de la realidad, expresada por mediación de lo imaginario, una abstracción conceptual que se manifiesta diferente en cada individuo, es por ello que la obra muestra un abanico muy amplio de interpretaciones, siendo esto sin duda una de las principales pretensiones de Ballester.

Toda la muestra participa de una unidad en cuanto a la temática, espacios arquitectónicos tamizados por la luz, espacios marcados por la línea, curvas, contracurvas, rectas, espacios casi diáfanos, realmente producen cierta sensación de vértigo, uno tiene la impresión de sentirse atrapado entre el vacío de las estancias y la necesidad de buscarle un sentido al por qué de las mismas.

Una síntesis entre lo pictórico y lo fotográfico, muros para romper muros, intenta reflejar en su fotografía que lo meramente figurativo, lo que ya existe, lo que por sí sólo es algo tangible como son todos estos espacios arquitectónicos en sus diversas manifestaciones una dimensión abstracta y libre, un acto mental en el que se aisla conceptualmente del objeto y sus propiedades matéricas para asimilarlo a las experiencias individuales que se quieran atribuir a esas formas lineales de la arquitectura, siendo en este punto, donde realmente la obra toma el carácter flexible que el artista busca en esta muestra, es realmente un juego interpretativo más que una obra artística con una finalidad per sé.

Cada percepción es diferente según el ojo que la observa, y es aquí donde la figuración toma una forma abstracta, el visitante se convierte en un sujeto cognoscente más que en un mero observador, recayendo en él todo el peso de la obra.

La arquitectura se muestra aquí como una huella, un testimonio, una sucesión de imágenes que se presentan como grandes espacios vacíos, íntimos, recipientes arquitectónicos en los que la reflexión es el elemento más importante de la obra.

El propio objetivo de Ballester resulta ser aquí otro observador condicionado que contempla las arquitecturas desde un punto de vista más, sujeto al conjunto de circunstancias que rodean a las propias capacidades técnicas de la máquina.

De este modo, el artista se convierte en ciudadano, un ciudadano más, dando aquí su particular visión de las cosas, que al igual que el resto de individuos de la sociedad en la que se desenvuelven, observan la realidad, llevándola a su propio plano existencial, abstrayéndose hacia un punto de vista que depende únicamente de su experiencia y su manera independiente de ver y sentir esa realidad.

Laura Casla Ocaña.

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