domingo, 30 de octubre de 2011

NOIOSO BOETTI

NOIOSO BOETTI

Llegué al Museo Reina Sofía con expectativas de encontrarme una exposición entretenida, pero complicada, en la que tendría que retorcer mi cerebro en busca de explicaciones a las extravagancias de un gran artista. En cambio, a medida que avanzaba en el recorrido iba contemplando las obras como quien hace el recorrido del Ikea: “esto me gusta para el salón, esto es como el cojín de mi abuela, etc”.
Se trataba de una colección de caprichos del artista entre los que se encontraban criptologías, rompecabezas, un tablero de damas y ajedrez y paneles con aviones, pegatinas, etc. Pero estos juegos no parecían entretenidos, estaban disecados, como diría Walter Benjamín “carecían de aura”.
Por otro lado, en el folleto había leído que Alghiero Boetti trataba trascendencias filosóficas, conflictos políticos en la representación de sus mapas y la preocupación por el tiempo. Pero en cuanto a los mapas, de lo único que se preocupaba era que las mujeres afganas que los bordaban se lo entregasen a tiempo, escudándose en el azar porque las dejaba representar el agua del color que quisieran. Y el tiempo que le preocupaba era el suyo, su vida, su muerte, su fama; no el tiempo como un concepto omnipresente y que todo lo puede y que todo lo arrastra.
Un recurso que aparece por todo el recorrido de la interminable exposición, y que llamaba mi atención no sé porqué, era la escritura a dos manos, como si hubiese un espejo junto a la mano que escribe. Intentando buscarle un sentido pensé en que podía pretender la representación de otra dimensión, o ir en contra de los cánones de la escritura aunque siguiendo las normas (las reglas del juego), o simplemente quería que supiésemos que era –o quería ser- ambidiestro. Finalmente pensé que, igual que un niño, pasaba las horas de espera hasta que llegasen las obras que había encargado haciendo estos juegos de escritura.
Quiero expresar mi indignación en cuanto a que él encargase sus obras, dando sus conceptos simplemente y que los dejase en manos de los productores y asesores para que creasen la obra final que llevaría su firma. Es sabido que prácticamente todos los artistas han tenido ayudantes y manufactures de sus obras, pero tenían un seguimiento sobre ellos, este señor, en cambio, las dejaba a merced de otros. Por eso la obra que me ha parecido más significativa de la exposición es Prendere il sole a Torino, precisamente porque eso es lo que hacía mientras otros realizaban sus obras. Para mí es la escena de un crimen, la muerte del autor, que para Roland Barthes conllevaría la crisis de la autonomía del arte, pero en esta ocasión, si de lo que se trata es de contar con el espectador, el arte se vale por sí mismo, ya que el espectador no es partícipe de las obras. El menosprecio total que tiene Boetti hacia el artista lo ha terminado matando, y yace en el suelo, rodeado de su egocentrismo reflejado en las obras Gli anni della mi avita, 1976, 16 DICEMBRE 2040 – 11 LUGLIO 2023, en las que especulaba sobre su destino en varios materiales.
Alghiero Boetti no es ni povera ni conceptual,-es cierto que utiliza materiales pobres y escribe frases y palabras en sus composiciones mediante la mano de niños y hombres y mujeres de diferentes procedencias mundiales-, es cutre y carente de significado.

EXPOSICIÓN: alguiero boetti. Play game
Museo Reina Sofía
Sara Rodas de Lama

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