jueves, 20 de octubre de 2011

MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES

Maja Bajevic, Continuará, Palacio de Cristal

Mª Jesús Hernández Montes

El tema central de esta exposición es la idea del cambio cómo lo único certero que ha ocurrido a lo largo de la historia, según cuenta la propia artista. Para llevar a cabo la idea, entre otras cosas, crea un monumento que se encuentra en constante cambio, no se sabe si está en pleno proceso de construcción o se está desmontando. Aparentemente muestra ser un pedestal sin dueño, sin figura que lo gobierne y lo haga destacar, convirtiéndose todos y cada uno de los visitantes que suben a él en esa figura venerada y destacada por la historia que se suele encontrar encima de un gran pedestal. En esta ocasión esas figuras son efímeras y desaparecen ya sea deslizándose por la rampa o bajando de nuevo las escaleras, una muestra más del cambio constante que se produce en las figuras importantes de nuestra historia. Podríamos continuar en esta línea y encontrar dentro de cada obra que aparece en la exposición una idea clara que corrobore lo que Maja Bajevic quiere transmitir acerca del cambio que se ha producido siempre durante la historia y que finalmente lo único certero es que todo se encuentra en constante cambio. Además de que ciertamente, los eslóganes utilizados en un momento concreto y con un fin, si son sacados de contexto pierden ese significado inicial pudiendo valer para otro montón de cosas. Pero esto es obvio ¿no?, es decir, es cierto que en ocasiones hay cosas tan obvias que ni reparamos en ellas, pero si intenta crear una idea que haga reflexionar al visitante, debería haber profundizado más porque esto es demasiado general y no se sabe por donde cogerlo.

¿Qué es arte?; ¿belleza visual?, ¿dificultad en la creación?, ¿qué haga pensar?,… ¿todo el conjunto? Comparto totalmente la idea de Arthur C. Danto de que el arte tal y como lo conocíamos; estético, visible y tangible casi ha desaparecido o ha pasado a un segundo plano, hoy en día se intenta ir siempre más allá de todo esto, por lo que debemos considerar que el arte ha dado un giro hacia el pensamiento y nos encontramos frente a artistas que realmente son filósofos. Pero ni con esto le encuentro a la exposición una importancia extrema; vas, ves una exposición, te vas y se te olvida.

En el fondo da rabia que un espacio tan llamativo y con tantas posibilidades, fuera del cubo blanco que encontramos ya por todas partes y que ofrece al igual que ocurre con el espacio que se usa en el matadero Abierto x obras, sea a mi modo de ver totalmente desaprovechado.

Una exposición breve debería dejarnos con un estupendo sabor de boca, ser impactante y que te deje pensando en ella por lo menos durante el regreso a casa, todo lo contrario que ocurre en los museos donde encuentras muchas salas con multitud de obras expuestas, independientemente de la calidad de éstas, ofreciendo demasiada información y por lo que pueden llegar a ser cargantes y agotadoras, como ocurrió con la exposición Una luz dura, sin compasión. El movimiento de una fotografía obrera 1926-1939. Con este gran factor a favor que es el espacio y la brevedad del impacto, a mi modo de ver Maja no ha sabido usarlos, ha tenido todos los ingredientes para lograr una exposición que llegue, pero no lo ha conseguido.

¿Sabes esa sensación que te queda cuando has recibido un regalo que estabas loco por abrir y tras eso solo piensas en si se podrá descambiar?, pues es la misma que he sentido con la obra de Maja Bajevic.

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