La nueva exposición de Avelino Sala en la sala Raquel Ponce de Madrid nos enfrenta a los conflictos navales sucedidos hace un tiempo en Gijón. Quizás algunos espectadores, entre los que me encuentro, no conozcan demasiado a fondo la realidad de dichos conflictos aunque, sin embargo, cualquiera puede reconocer los tipos representados en los dibujos presentes en la muestra. Son encapuchados, luchadores modernos, rebeldes con causa que sabemos están en Gijón, aunque podrían localizarse en cualquiera de las numerosas luchas populares que han surgido en el mundo en los últimos tiempos.
Es en este sentido en el que considero que la exposición hastía. Vivimos tiempos complicados, de conflicto continuo y casi universal: ¿es realmente necesario revisitar este asunto?
Hace tiempo mi padre quiso regalarme el libro La conjura de los necios, pero cuando fue a la librería para comprarlo no recordaba el título exacto, y lo que pidió al atónito librero fue La rebelión de los estúpidos. La exposición de Avelino Sala me ha producido una sensación semejante. Es cierto, conocemos los tipos, conocemos las luchas, pero a veces no sabemos identificarlos. ¿Es realmente el conflicto tan universal? Creo que no. Todo suena parecido y, sin embargo, no puede ser más diferente. Son efectivamente rebeliones y quizás hasta conjuras, pero no son iguales. Los conflictos retratados en la muestra sucedieron hace tiempo y por motivos que en estos momentos de duda podemos comprender perfectamente, aunque ¿hasta qué punto es eso motivo para que se puedan identificar con movimientos actuales? Quizás con ello se pierde la esencia de cada una de estas luchas. La pérdida de detalle, signo inequívoco de nuestros tiempos, homogeneiza las luchas y, es cierto, las hace reconocibles, pero a la vez las diluye.
La pieza principal de la muestra es una construcción de un montón de libros lacados en negro, colocados a modo de trinchera física, pero que quieren lanzar al espectador la idea de la trinchera cultural simbólica. Así, ante la dificultad, ante la inoperancia del sistema, la cultura se erige como auténtica trinchera desde la cual enfrentarnos a él. Sin embargo, la misma colocación de la construcción resulta enormemente paradójica. Colocados en forma de semicírculo, parece cerrarse hacia la pared mientras el espectador queda fuera. ¿La trinchera protege o aleja? Si nos atrincheramos frente al mundo, incluso aunque sea con una trinchera tan políticamente correcta como la cultura, dejamos fuera una gran parte de él. ¿Por qué ese enfrentamiento de la cultura con lo demás? Por otro lado, al simbolizar la cultura con libros, ¿no estamos dejando de lado los demás aspectos que engloban la cultura? ¿Es solamente cultura la procedente de la gran tradición? A veces parece que los artistas nos impelen a ser modernos, pero con lenguajes que son, en el fondo, profundamente arcaicos.
Tradicional es, desde luego, la acuarela utilizada en algunos de los dibujos. Reconozco que la paradoja que surge de la cohabitación de un tema conflictivo y una técnica tan dulce es, sin duda, lo que más me ha gustado de la muestra. Creo que la lucha resulta mucho más aterradora envuelta en vestidos pastel.
En cuanto a la instalación en sí, resulta quizás escasa y, en algunos aspectos, ciertamente descuidada. Los dibujos en papel están colgados sobre la pared y con algunos bordes despegados. El arte contemporáneo parece que hace dudar de todo, hasta el punto de que el esforzado y avezado (a veces) espectador no sabe si el que un dibujo esté medio caído simboliza el derrumbe del sistema o es un simple descuido. En este caso, lamento decirlo, es fruto de una cierta dejadez.
En fin, sea como sea, la lucha continúa.
Avelino Sala, Blockhouse. Sobre la construcción de un espacio de resistencia en tiempos de indolencia.
Galería Raquel Ponce. Del 1 de septiembre al 22 de octubre de 2011.
Susana Herrero
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