miércoles, 5 de octubre de 2011

LA ESTULTICIA Y DEMÁS ARMAS ARROJADIZAS

La exposición Blockhouse. Sobre la construcción de un espacio de resistencia en tiempos de indolencia de Avelino Sala (Gijón, 1972) en la galería Raquel Ponce en Madrid, hace una interesante reflexión atemporal aunque sin lugar a dudas estrechamente relacionada con la situación socioeconómica y política actual del estado español, donde la protesta y la lucha obrera están tomando un protagonismo primordial y que todos tenemos presente desde la aparición del movimiento 15M. Partiendo de un contexto anterior, el artista se hace un hueco construyendo una respuesta global a través de su producción, que a diferencia del intento fracasado que parece ser proponen los trabajadores de las fábricas, colocando y quemando neumáticos a forma de barrera contra los poderes establecidos, es una respuesta que se encuentra directamente en los libros y que puede transformarse en un mecanismo de defensa e incluso en un arma potencial que tiene la posibilidad de perpetuarse a diferencia de los primeros. El artista parte como fuente de inspiración de los altercados que se han ido produciendo desde los últimos veinte años en el histórico astillero asturiano de Naval Gijón hasta su cierre y que él mismo ha vivido de cerca. La obra que encontramos en la instalación, como consecuencia lógica de nuestro tiempo es multidisciplinar: hallamos esculturas, pintura sobre papel en acuarelas y gouaches y graffiti. Esta mezcla de técnicas puede resultar impactante, sobretodo cuando nos encontramos con que el artista utiliza la acuarela para tratar un tema de esta índole, algo que vemos escasamente en los dibujos de prensa críticos y que solemos asociar más al graffiti o a los carteles y pancartas que se han hecho patentes en los momentos clave de las revoluciones sociales en occidente en los últimos tiempos.

Cuando entramos en la galería nos situamos en un espacio simbólicamente anárquico, donde prima el negro y donde nos posicionamos como enemigos al otro lado de una especie de búnker formado por más de 500 libros lacados en negro que forman lo que va a ser la barricada metafórica de la intelectualidad, donde el artista propone un espacio de perspectiva ante los interrogantes que se formulan desde la impotencia que vivimos en estos tiempos de crisis de cara a un futuro más bien poco esperanzador. El artista construye pues un espacio de resistencia donde prima la reflexión intelectual que vemos plasmada en algunas sentencias grafiteadas a modo de arte urbano, sacadas de los libros de grandes pensadores de la historia como Virgilio, Séneca y Erasmo, un soplo de aire que nos vuelve a sumergir de nuevo en ese caos de la realidad tensa a la que evoca el artista en la serie de acuarelas y gouaches sobre papel, donde los protagonistas son personajes que aparecen con el rostro tapado y a través de sus ojos vemos como se nos presentan aparentemente conscientes de lo que están haciendo, que se mueven en colectivos y se preparan para resolver el conflicto, a su manera.

Entre las acuarelas encontramos una serie de siluetas que representan a la autoridad policial, figuras de policías antidisturbios anónimos y de algun modo humanizados, retratados como posers autoritarios, armados con porras extensibles y protegidos por escudos y cascos que en cualquier momento parece que vayan a saltar de la pared negra y que se vayan a abalanzar sobre el propio artista, representado en este caso por un heroico personaje encapuchado al que podemos observar encabezando una pila de libros que parecen haber sobresalido del búnker intelectual. Esta efigie podría haber sido el punki grafitero de turno que con su spray hubiese escrito las siglas A.C.A.B. (All cops are bastards) o algun mensaje cutre pero alentador en una de las paredes de la instalación, pero no, y es así como el artista carga de sentido a su obra. En ésto parece haber querido plasmar el ideal romántico en la idea de posibilidad de supervivencia de un individuo valiente, que se encuentra solo -o no tanto- ante la adversidad y que no es sino rodeado de libros cuando encuentra su espacio de resistencia.

Avelino Sala abre así este espacio con un discurso simple, sólido, pero constituido por unos límites que no están del todo bien marcados y por esto va a dar pie a una mirada reflexiva por parte de los espectadores, una mirada consciente que al hacerse colectiva abre una nueva línea muy original dentro de las medidas que se puedan tomar para combatir la crisis, para combatir la estulticia en las estructuras sociales y abrir nuevas sendas en el mundo del arte contemporáneo.

Guillermo Cacharrón Centeno

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