Block House. Sobre la construcción de un espacio de resistencia en tiempos de indolencia.
Maria Rodriguez Rubio
El asturiano Avelino Sala nos ofrece una muestra de arte contemporáneo en conexión con los cambios sociales y políticos de la actualidad. Trata de plasmar la defensa en pos de la cultura y en especial en estos momentos de crisis socio-económica.
Una exposición que arranca con fuerza, donde Sala, nos otorga el papel de enemigo al situarnos frente a la barricada situada al comienzo de la exposición. Formando parte así de sus planteamientos, que a pesar de la gran fuerza visual que nos otorga el comienzo de la exposición, no muestra una dirección ideológica clara ya que el resto de la muestra pierde fuerza a causa de la difícil lectura connotativa. Cuando finalizas la visita, algo que no lleva mucho tiempo, deja la sensación de estar inconcluso, se necesita un punto y final más contundente y esclarecedor. En especial en momentos en los que realmente estamos sufriendo una crisis que castiga con mayor fuerza a la juventud y clases medias. El personaje principal que representa la resistencia a esa opresión viste de blanco, un color que en nuestra cultura representa lo puro. Esto nos hace ponernos de su lado e identificarnos con él. Asimismo el pañuelo que oculta su boca es un guiño a los oídos sordos que hace el poder con respecto a las opiniones de la ciudadanía. Sala, está refiriéndose al movimiento del 15M ya que nos evoca un sentimiento de incomprensión y al mismo tiempo pone la verdad en manos del pueblo. Es por esto que no corresponde como parte de esa idea principal de defensa de la cultura, cuando al final de la exposición nos muestra unos encapuchados quemando neumáticos sin más, dónde lo único que puedes pensar es que se trata de unos bándalos.
El artista mezcla parte de su pasado con la Naval de Gijón, donde nos encontramos con el desempleo y la inestabilidad social propia del cierre de una fábrica, y que forma parte de una historia real pero que no llega a dramatizar excepto por esas grúas abandonadas que marcan ese abandono y vacío sociocultural con una simbología que se repite a lo largo de la historia y que vuelve a tomarse para reconstruir de nuevo la actualidad. la historia se repite como en un constante caos del auge y el devenir, asociado así en esta pintura, con un marcado ocaso, luz y oscuridad.
Lo ilusorio se mezcla con esa realidad de Gijón cuando vemos los dibujos que se alzan enfrente del pilar de libros que recuerdan a villanos de cómics y que nos cuentan una historia más sobre cómo los buenos deben enfrentarse a los villanos que sólo cuya única arma es la violencia y donde el cabecilla, apoyándose en su bastón de poder, ríe seguro de su victoria teniendo en cuenta nuestra presencia. Sabiendo que él tiene el control y que con todo su ejército se enfrenta al héroe. Así al final de ese cuento solo quedara eso, un simple cuento que queda en el aire como una ilusión u otra posible realidad que parece que no se esta cumpliendo, y del mismo modo que se ha levantado una barrera imaginaria de cultura, al final todo esto queda en nuestras mentes como algo ilusorio o soñado.
Se presenta como un proyecto de ideas sueltas y posibles al haber sido formadas en acuarelas como parte de unos bocetos pero no recoge una idea con fuerza y tan rompedora como podía haber sido, con dibujos a partir de esa barrera intelectual menos elaborados y expresivos.
Hay ideas con simbologías marcadas que se conectan todas entre ellas pero no hay una línea argumental completa para la exposición.
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