Como dijo el famoso tenor hispanoamericano, Plácido Domingo, “En la mayoría de los países no interesa educar al pueblo, porque cuando aprende a leer se interesa por los problemas y pide cuentas; los analfabetos no dicen nada.”, son grandes palabras en contra del fenómeno de la generación ni-ni, lamentablemente en boga hoy en día. La masa perfecta para controlar y moldear sin problemas, una moral del rebaño que solo debate de fútbol, en vez de literatura, que prestan más atención a la boda de la Duquesa de Alba que a la reforma educativa de sus propios hijos. Toda esta masa tiene una característica principal: el miedo a la temida crisis que tanto hemos escuchado, porque se quiera o no, estamos viviendo la famosa desaceleración de Zapatero.
Frente a esta situación de crisis la mejor arma es la cultura, cosa que Avelino Sala denuncia en la exposición de la galería Raquel Ponce. En la obra principal realiza un autentico blockhouse de libros comprados al peso pintados de negro. Quita cada una de las letras y versos de esos libros, despersonalizando esas armas para convertirlas en otro material más con el que poder construir una barrera, realizando una resistencia objetiva y veraz. Hoy en día, en un mundo donde la ciencia es lo importante, no se cree en las opiniones subjetivas, que carecen de veracidad y prestigio. Ya no se leen novelas para soñar, se ojean revistas de ciencia para coger el sueño.
Precisamente la denuncia social se apoya en las frases escritas, el material, el color. El negro, que prevalece en toda la obra, realiza una función importante de llamada, de atención, queriendo resaltar sobre un gran fondo blanco. Frases en latín, lengua madre y símbolo de cultura, apoyadas en el material de realización: un simple spray de los que utilizan los taggers, famosos por sus llamadas de atención al poner su firma en sitos públicos. No se utilizan lienzos, óleos, ni ningún material que huela a un estatus elevado; materiales normales del día a día como el papel, el spray o la acuarela, acercan la exposición a toda clase de públicos, exponiendo que el autor es uno de los que está en ese bunker. No lo dirige, sino que ayuda codo con codo en su construcción con material diario. A pesar de ser una crítica social dirigida a todos los públicos, la obra se realiza en una galería, a las cuales solo acude la gente interesada en el arte, quedando limitado a un sector reducido de la población. Quizás tendría más efecto en un lugar más público, si esta es realmente su función.
Como influencias o detalles se podría ver esa pincelada romántica que ya anuncia su página web “…cuestionando la realidad cultural y social desde una perspectiva tardo romántica.” Es esa utilización de la acuarela como expresión más artística y la tonalidad de ocaso o amanecer lo que juega con una gran ambigüedad. También una reminiscencia del arte povera en el sentido de ser una obra que ocupa un espacio, que exige la intromisión del publico, y esa idea de provocar una reflexión entre el objeto (libro) y su forma (barricada) a través de la manipulación del material y la observación de sus cualidades específicas. Por no mencionar una gran influencia de todos los artistas, su vida y su experiencia personal, puede ser que el significado de bunker, de refugio, de espacio de resistencia y no como un lugar de ataque, haya tenido algo que ver con la revista Sublime arte + cultura contemporánea y su número Sobre la defensa, de la cual él es director.
Ruth Aguado Rodriguez
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