jueves, 6 de octubre de 2011

Quo Vadis Avelino. . .

La muestra de Avelino Sala y su “sapere aude”. Escupe al cielo, su esputo se lanza con furia hacia el exterior, sale de las entrañas para mostrar su rabia, pero este cegado por su ambición calcula la trayectoria para que llegue cuanto más lejos y alto posible.

Pero sin el análisis adecuado, este cae sobre la cara de su lanzador, retornando y recibiendo una rociada de su propia y deslucida rebeldía. La cual debe ser consecuente y acorde a nuestro pensamiento... o lo que queremos mostrar de él.

Quizá no se dio cuenta al lanzar que el esputo rebelde seguirá la norma que dicta la naturaleza con su ley de la gravedad y retornara sobre el lanzador. Es cierto que a veces, la naturaleza con sus caprichos nos permite cambiar la norma y muestra cuán excéntrica es, salvándonos de una rociada desagradable y librándonos excepcionalmente del “gapazo” que debíamos recibir.

Al teñir esa barricada de la cultura, de la que hace gala, ese ímpetu por representar el último reducto de la gran cultura la tiñe y desluce con la ignominia del gesto de teñir sus páginas de negro, imposibilitando y frena que perdure el conocimiento que albergaban sus ejemplares más allá de su persona.

Muestra una idea original para los tiempos de paz que tiñen occidente, pero altanera al cerrar las puertas de la interpretación del conocimiento, al que ha mutilado al realizar su gesto o mal-llamada “expresión artística” la libertad que se tomo, mas concuerda con el influjo del frio Plutón, lejano y ausente intentando llamar nuestra atención que del genial Saturno, o el combativo Marte.

El color que nos conduce a esta disertación, arrogante y desmesurada es el Negro, recubriendo los tomos no puede tomarse a la ligera. La irreversible destrucción e inutilidad del ejemplar y futura llave del conocimiento, ha sido Mutilada. Sea o no de nuestro agrado no está en nuestra mano elegir el destino de la lectura. no está en nuestra conciencia la elección de aquellas lecturas, que puedan ser permeables a las generaciones venideras, otorgarles una conciencia antes de abrir esos libros malditos, esconderlos en lo alto de la estantería pero jamás teñir de oscuro su letra, emborronando y negando el mensaje.

Otras veces, se utilizaron libros como barricadas, durante el asalto a Madrid durante el golpe del ‘36, las ventanas de Ciudad universitaria eran bloqueadas por tomos que protegían de la metralla a los habitantes que protegían el edificio. Quien no lo haría si de ello dependiera nuestra supervivencia, si no va a quedar nadie que los lea, que sea el azar o el destino quien les salve o no de las lenguas de fuego que lamerán sus páginas hasta su destrucción, que así sea pues, pero no podemos tolerar que se niegue su mensaje de manera tan arbitraria y desconsiderada.

Las figuras amenazantes y retratos policiales, enfrentados con armas blancas, y proyectiles adaptados a la situación de conflicto que vive nuestro país y el mundo, muestran desde el interior del contubernio la inaccesibilidad al espacio artístico, para el que las puertas están cerradas, buscando una protección o exclusividad en el sincretismo de la galería. No invita con sus puertas abiertas a compartir y cooperar en la difusión del mensaje. Deberían ser esas puertas cerradas, esas cristaleras impolutas el blanco de esos proyectiles que son guardadas a modo de vitrina.


Quo vadis Avelino, te preguntaría si otra vez compartiéramos pupitre, las obras de Arte no están para lanzar preguntas, son transmisoras de una verdad inmaterial, eterna y universal que es contingente al espíritu. No es obligatorio, pero si agradable.

Cada palabra una llave, cada libro un vehículo, cada obra un mundo.

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