martes, 11 de octubre de 2011

Dos caras de una misma moneda

“De la abstracción a la realidad”

José Manuel Ballester

Sala Alcalá 31 (c/ Alcalá 31)

Madrid, 8 de septiembre a 20 de noviembre de 2011

La gran cúpula de pavés, obra de Antonio Palacio, da cobijo estos días a medio centenar de fotografías y un audiovisual de José Manuel Ballester, fruto de sus últimos cinco años de trabajo. Esta exposición comisariada por Lorena Martínez de Corral ha sido realizada con motivo de la concesión al autor del Premio de Fotografía de la Comunidad de Madrid en 2008.

El audiovisual se convierte en el eje alegórico del discurso del resto de la exposición. Se puede ver una serie de imágenes en constante cambio a través de unos ventanales rojos mientras se escucha el aria de la ópera Alcina de Händel “oh! mio cor”. Esta aria está cargada de la gran fuerza dramática del sentimiento de abandono de una reina que sufre como mujer, pero no deja de ser un personaje público. Es precisamente a esta dualidad dentro del ser humano: persona-personaje, privado-público, emociones intimas-mundo real… a lo que pretende hacer referencia Ballester. Él cree que esta dualidad es fruto de dos verdades dentro de un mismo ser y que la tensión entre ambas es necesaria.

Esta dualidad en el ser humano se encuentra, por ende, en su expresión artística y por eso podemos hablar de abstracción-figuración. No podemos dejar de observar como la trayectoria personal de Ballester procede de las artes plásticas y cristaliza en el campo de la fotografía, de modo que es capaz de hacer una síntesis de estos dos elementos, así como mostrar abstracción e intimismo a través de un lenguaje tan realista como es la fotografía.

Para desarrollar todo este discurso, el autor ha decidido hacerlo a través de su visión más personal de la arquitectura, donde la huella humana es en realidad una presencia indirecta del hombre; ya porque la propia arquitectura es una creación artificial suya; ya porque los espacios escenográficos que muestra son aquellos que acaba de abandonar el hombre o que esperan su llegada. Esta ausencia, que juega con la imaginación y lo hace más sugerente, es desarrollada a través de edificios culturales y vistas de museos, esencia y espejo de los valores de la sociedad que los crea.

Las herramientas que en la exposición hacen que forma y contenido se vuelvan uno son la importancia del pequeño o gran formato para trasmitir una mayor sensación de infinito o querer prestar atención a lo concreto; el uso de la paleta de grises que trasmiten una mayor espiritualidad, serenidad, intimismo… frente a las imágenes con una paleta de colores vivos y llamativos que representan la vida pública; el uso que hace del espacio y la luz, que son dirigidos a través de formas geométricas que juegan tanto con rectas y perspectivas, como con las curvas y formas ondulantes.

Las imágenes tienen significado en sí mismas, interactúan con las que se encuentran a su lado, por ejemplo, la opresión y libertad entre el museo del holocausto y el jardín de Berlín; la oscuridad vertical en el Prado frente a la claridad longitudinal en el Reina… Pero además, su disposición participa del espacio de la sala, como las perspectivas de pasillos y escaleras que ampliaban la longitud de la nave, igual que las columnas del CAFA se entremezclan con las que sostienen la cúpula.

Lo único que no entendí fue la elección de la fotografía del Rijksmuseum como imagen divulgadora de la exposición, pues es la que me resultó en menos consonancia con el resto. La única explicación que pude darle fue que es la que mejor refleja la materialidad (la realidad) de un museo y, a la vez, el simbolismo a través de los colores (la abstracción) del arte que alberga.

Sofía Scandella López de Manterola

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