miércoles, 2 de noviembre de 2011

Demasiado

La exposición de Alighiero Boetti en el Museo Reina Sofía es una grandiosa retrospectiva sobre la obra de este artista. Está realizada en colaboración con la Tate Modern londinense y el MoMA, así que estamos hablando de una exposición montada por la elite de los museos de arte moderno y contemporáneo. Una bicoca, vamos.

La verdad es que el día que elegí para realizar mi visita a la muestra ha sido probablemente una de las peores decisiones de mi vida. Fue el lunes 31 por la tarde, con la luz crepuscular acechando (ya se había cambiado la hora) y numerosas personas vestidas como espectros revoloteando alrededor del museo. Al doblar la esquina hacia la plaza me encontré con una larguísima fila de personas, que hacían cola para entrar al museo. Al ver que avanzaba con cierta rapidez me puse también la fila y conseguí entrar en el museo antes de lo que pensaba.

Cuando entré en la tercera planta, que es donde está la muestra, encontré una enorme y fluctuante masa de gente que se interponía entre las obras y yo. La experiencia se anticipaba terrible, desde luego. Comencé el recorrido por las diferentes salas sin orden alguno, porque me dirigía a las zonas en las que en ese momento hubiese menos gente. Sin embargo, creo que mi decisión aquí sí fue acertada, porque el desorden en mi avance parecía un reflejo del desorden expositivo. La muestra es realmente grande en cantidad, hay muchas obras y muy distintas, porque es una retrospectiva real (no como muchas que se venden con esa denominación) y se ocupa de toda la carrera del artista. El “problema” es que cuando el artista es alguien tan inclasificable e inquieto como Boetti, si no se es muy cuidadoso su exposición parecerá siempre un caos organizativo. Eso es lo que creo ha pasado aquí.

La muestra ofrece muestras de arte povera, con materiales pobres, los famosos mapas del mundo bordados por otros, unos relojes de esferas blancas, clásicas y muy limpias que, sin embargo, llevaban unas correas muy usadas (¿qué querrá decir?), calendarios… Hay de todo. Es como un gran almacén. Y eso creo que es contraproducente, porque el exceso aturde (a mí por lo menos) y no consigo centrarme en nada. Así que iba recorriendo las salas, sin sentir nada salvo disgusto por la cantidad de gente que había y el intenso ruido que generaban, sin despeinarme, vamos.

Y entonces se produjo la sorpresa. Sin saber muy bien cómo me encontré delante de los murales pintados con bolígrafo, monocromos, en los que únicamente destacaban unas comas en blanco. Me quedé impactada por la poesía que desprendían, por la intensidad del color, por el llamativo silencio de sus comas sin palabras, por el contraste entre un material tan prosaico como un bolígrafo y el resultado escurridizo. Así que, si bien creo que la exposición es un exceso en sí misma, que el juego al que alude parece integrar al espectador en él sin saberlo éste, que la dualidad no es tan clara como la quieren presentar, que el tiempo es una magnitud que siempre está y por tanto decir que una exposición trata, entre otras cosas, de él es lo mismo que decir nada, de la espantosa fecha que elegí para visitarla, del calor que hacía dentro, del ruido, del olor húmedo y de las cabezas interpuestas entre las obras y yo (mi estatura es escasa), creo que soy una gran afortunada, porque el placer que conseguí sentir se sobrepuso a todo ello y salí del museo con una gran sonrisa.

Alighiero Boetti, Estrategia de juego

Museo Nacional Reina Sofía, del 5 de octubre de 2011 al 5 de febrero de 2012

Susana Herrero

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