miércoles, 21 de diciembre de 2011

Poesía del paisaje arquitectónico

JOSÉ MANUEL BALLESTER
LA ABSTRACCIÓN EN LA REALIDAD
Sala de Exposiciones Alcalá 31


Uno de los últimos proyectos presentados en la Sala Alcalá 31 tuvo como protagonista a José Manuel Ballester. Sin duda, estamos ante pura fotografía artística, práctica que, a estas alturas de la llamada posmodernidad parecería no tener mucho que decir o aportar a la práctica artística actual, pero que, sin embargo, no deja de tener éxito en su acogida, tanto por parte de las instituciones como del público en general. Quizá sea aún típicamente moderna la raíz de su concepción, o quizá, como yo he querido ver, se trate de un desfasadísimo romántico que se desenvuelve en la era digital, pero de una forma u otra, me he visto seducida por la propuesta artística. Además, se trata de una excepcional muestra que recoge cinco años del trabajo del pintor y fotógrafo madrileño, cuya selección tiene como motivo su protagonismo como ganador del Premio de Fotografía de la Comunidad de Madrid (2008) y del Premio Nacional de Fotografía (2010). Casi cincuenta fotografías y un vídeo componían la exposición.

Los espacios fotografiados por Ballester no pueden ser más vacíos. Enormes estructuras, grandes iconos de la Arquitectura contemporánea captados a través de la manière de sentir del que se nos presenta como un romántico poeta que llena a base de vacíos. Oda al vacío, a la pureza de la línea, a la fuerza de la luz. Apreciar, seleccionar y mostrar la esencia del vacío no es sino un comprometido y arriesgado viaje a lo indeterminado que, contradictoriamente, Ballester ha sabido materializar. Está presente por medio de ese modo tan especial de ver, en el sentido de conocer realmente las posibilidades de la compleja realidad espacial y saber expresarlas de un modo único a través del medio fotográfico. Así, el vacío invade lo real al mismo tiempo que llena lo humano. Los opuestos, aquellos extremos que parecen ser totalmente incompatibles, ven difuminados sus claros límites y acaban por plantear paradojas. Construcciones del hombre, sin el hombre, caminos a seguir, sin fin, vértigo, estable, abstracción, real y, soñar, estando despierto. Y sobre todo, vacío, lleno. Hablar tan subjetivamente de algo tan material. Al final lo que se hace es subrayar la relatividad latente en todas las cosas, las variaciones que todo puede sufrir bajo distintas ópticas. En este sentido, el trabajo audiovisual es especialmente atractivo. Teniendo como hilos comunes la popular aria Ah! Mio Cor de Haendel y lo que parece ser una máscara de la mirada del propio artista, aunque también se vuelve la nuestra, nos plantea un recorrido justamente por esa relatividad, pero relatividad traducida en tránsito, en movimiento, frente a la rotunda identidad inamovible de las fotografías. Pero tanto las imágenes del vídeo como las de las fotografías, vienen a reflejar una muy parecida concepción; la abstracción que inunda a la realidad, o el interior subjetivo que desmonta el aparentemente exterior objetivo.

En suma, una interesante reflexión personal e íntima que nos es revelada con el fin de que cada uno construya la suya propia. Partiendo de la básica idea de que la fotografía es un medio expresivo claramente subjetivo – ahora bien, sin olvidar su «efecto realidad» (R. Barthes)-, quizá más propiamente subjetivo se torne cuando estamos ante la obra de un enamorado de la Naturaleza construida, de un nuevo romántico del siglo XXI. Como ha señalado la comisaria Lorena Martínez de Corral, “las imágenes de Ballester…no pertenecen a accidentes naturales sino a producciones humanas, a estructuras arquitectónicas cuyas formas han sido pensadas y diseñadas por la mente de personas en cada detalle, consiguiendo – no obstante- la misma sensación que producirían si nos situáramos ante la grandiosidad natural de un vasto paisaje, como si de un romanticismo humanista se tratase”. El desorden perfecto de la Naturaleza pierde su protagonismo y lo toma otra perfección, otra exactitud, la creada por el soberbio humano. Los tan sugerentes encuadres, el tratamiento de la luz, constructora, protagonista esencial, los interesados desenfoques, las visiones tremendamente panorámicas y la gran escala empleada, la hacen, sublime en su titánica quietud.

En realidad, no es arquitectura, es poesía del paisaje arquitectónico, es adoración a las formas artificiales que, de golpe y paradójicamente, parecen ser inmateriales y presentarse sólo como vacío lleno de Tiempo, Muerte, Amor, Nostalgia…Todo lo que uno puede encontrar adentrándose en la enorme reflexión de soledad propuesta por Ballester.

Sara Zambrana Sánchez

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