martes, 13 de diciembre de 2011

"La abstracción en la realidad" José Manuel Ballester Sala Alcalà 31.


José Manuel Ballester es un pintor y fotógrafo de Madrid. Licenciado en Bellas Artes en 1984 por la Universidad Complutense de Madrid y es Premio Nacional de Fotografía 2010.

La exposición de Sala Alcalà 31, "La abstracción en la realidad" , se compone de varias fotografías que se distinguen por sus manera de tratar la arquitectura, juzgando con los espacios, las luces, las sombras y el espectador.


La primera cosa que llama la atención es que en su fotografía Ballester no hace aparecer ningún ser humano.

Claramente esta característica crea una ligera sensación da ansiedad, de vacío, el hecho que no aparece ninguna figura humana en sus obras crea una sensación de seguridad en el espectador.

Sólo en una hay dos figuras que más que humanas parecen fantasmas, efímeras y inconsistentes.

Este es el punto de inicio de su obras: encontrar el hombre aunque cuando no está directamente, encontrarlo a través de la traza que deja de su presencia.

En estas fotografías no está el hombre en si mismo, pero se capta su presencia a través de lo que deja en el mundo: las construcciones fotografiadas por el artista, en efecto, son puras creaciones del hombre.

Es el hombre que les ha construidas con sus manos, el hombre que las ha pensadas con su miente, ideadas hasta el mínimo particular y apostamente por ese lugar y ningún otro.

José Manuel Ballester nos muestra el resultado, dejando nos intuir el proceso que lo ha permitido, nos muestra la materia, sugiriendo nos la forma.

Juega con nosotros y nos pide de jugar con él para llegar a ver el hombre también donde no está físicamente.

Nos pide de interactuar con su obra y hacer un paso más allá.


EL segundo elemento importante es que nos no deja dominar estas construcciones.

Nos muestra solamente una parte de ellas, reducida, elegida y pequeña sin nos mostrarlas en sus totalidad.

Hace sentir el espectador perdido, como se sentían los fieles que entraban en las primeras, colosales, catedrales góticas; el principio es el mismo: nos pone al interior de un espacio que no podemos dominar, como no podemos calcular y percibir su tamaño real y, así, como el fiel en esas catedrales que no podía dominar , por su altitud y amplitud enfrente de las viejas iglesias a lo que estaba acostumbrado, se sentía más cerca a Dios mirando como las arcadas se acercaban al cielo, nosotros igualmente sentimos como estando delante de un espacio infinito, delante a un grande paisaje ilimitado, eterno.


Estos dos aspectos claves, la ausencia-presencia del hombre y la idea del infinito, están acomunadas por un tercer elemento: la ruta que nos lleva a estas intuiciones.

Es decir, que estas características no son automáticas, sino necesitan un paso más, necesitan que el espectador se pare un poco más a reflectar adelante de esa obra, que es el mismo paso que Ballester hace por nosotros, nos poniendo al interior de esos edificios y no al exterior; él hace para nosotros el primer paso, lo del ingreso y nos pide de hacer un otro, de non parar nos delante de la primera impresión, delante de la materia, sino llegar, como dice en el título de su exposición, hasta la abstracción en la realidad.

Ballester nos lleva por mano y nos lleva con el, al interior de sus obras, acomunando el hombre y el infinito y, puede ser, que sea propio este el punto donde el nos quiere hacer llegar en las pistas que traza al interior de estos edificios: que el hombre es también en su ausencia? Es decir, que el hombre es eterno?

Que también cuando un hombre no está más aquí físicamente, en realidad se queda a través de lo que ha dejado de él en la Tierra, que vive por siempre en lo que en ella ha cambiado, en la traza evidente que deja en ella, en las construcciones que modifican el rostro de la Tierra como las que Ballester retrae, como el metal de la Torre TV Digital de Brasilia?

Puede ser que sea esta la pista que nos quiere hacer seguir? Puede ser.

Ballester seguramente nos no da respuesta y, como en lo que se califica como arte contemporáneo, nos deja buscarla solos.



Maria Elena Brugora

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