Artista: José Manuel Ballester
Exposición: La Abstracción en la Realidad
Lugar: Sala de Exposiciones Alcalá 31
Fecha: Del 8 de septiembre al 20 de noviembre de 2011
La trayectoria artística de José Manuel Ballester, pintor y fotógrafo madrileño, se deja palpar de forma espectacular en esta magnífica muestra de fotografía que reúne y concentra sus experiencias en torno a una misma línea temática y formal, centrada en su particular visión de la arquitectura, la cual ha ido desarrollando a lo largo de gran parte de su carrera, desde que en 1988 presentase, en su primera exposición monográfica, un óleo titulado En construcción que nos revelaba un edificio real e inacabado. De esta forma, su presente exposición “La Abstracción en la Realidad” nos conduce hoy hacia el culmen de su percepción arquitectónica, en la que el espectador no podrá evitar verse completamente inmerso y atrapado.
Las cincuenta fotografías, que se distribuyen a lo largo de las dos plantas de la Sala Alcalá 31, se mimetizan a la perfección con el suelo y las paredes del propio espacio expositivo, de modo que dan la sensación de haber sido creadas expresamente para dicho lugar, ya que su complementariedad es total, especialmente la gran mayoría de ellas cuya gama de tonalidades se asienta en la diversidad de los grises. Además, estas obras, de carácter homogéneo, parecen una continuidad de la propia realidad, que diluyen, de este modo, las fronteras entre creación y el espacio físicamente material que las contiene. A este respecto podemos afirmar que algunas de las fotografías de gran tamaño consiguen incluso el efecto de introducir al espectador en esta otra realidad representada, logrando una sensación de auténtica perspectiva con gran profundidad, y dotando, así, de tridimensionalidad a unas obras que en origen son bidimensionales.
Pero a su vez, estas piezas fotográficas encierran su propia realidad, una realidad que se nos muestra parcialmente, en la que predominan intensamente las formas geométricas y puras de enorme fuerza expresiva, imposibilitando el reconocimiento objetivo del referente, que no es necesario por otra parte, y trasladándonos a unos espacios de ensoñación, extraños, irreales, en definitiva inexistentes, a pesar de ser conscientes de la condición de veracidad que transmite la técnica fotográfica a través de la cámara. Estos espacios descontextualizados se manifiestan diáfanos, pues en ellos no se aprecian los límites con claridad, y construyen ambientes abiertos, infinitos, como reflejo de misticismo o espiritualidad. Y es que si algo nos transmiten estas realidades tan sumamente estetizadas es un silencio incondicional y absoluto, un vacío en el que la soledad cobra el papel protagonista, y donde puede reinar la melancolía y la tristeza, pero contradictoriamente, también es capaz de generar un espacio necesario para el ser humano, en el que poder encontrarse con uno mismo y que permite reflexionar, por ejemplo, acerca de la propia existencia.
Estos espacios, despoblados de figuración humana, parecen contener todavía la energía que les dio vida en el pasado o que les llenará en el futuro, y al no otorgarnos detalles acerca de su funcionalidad, será el visitante quien complete esta ausencia, bien a través de su memoria, sus recuerdos, sus referentes, o incluso su imaginación.
La luz también es un factor muy importante en estas fotografías, que el artista modula a la perfección para lograr la creación de muchas de estas “arquitecturas imposibles”, jugando además con los reflejos, que multiplican el vasto entorno arquitectónico. Asimismo, la intensidad que poseen las fotografías a color nos trasladan, de igual modo, a dimensiones utópicas y fantásticas.
En contraposición a los espacios de carácter “ilimitado”, la exposición cuenta con un audiovisual que enmarca las imágenes mediante unas estructuras con cristal a modo de “veduta” o vista, aunque la realidad queda, en este caso, distorsionada mediante una acusada utilización del desenfoque.
Por Elena Maroñas Carrasco
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