miércoles, 12 de octubre de 2011

Iñigo González-Adalid Alcalá-Galiano



ALCALA 31: ABSTRACCIÓN EN LA REALIDAD MADRILEÑA



Lorena Martínez del Corral coordinadora de esta exposición apuesta por una selección del trabajo más representativo de los últimos cinco años del Premio Nacional de Fotografía José Manuel Ballester (Madrid 1960). La abstracción en la realidad está constituida por más de medio centenar de fotografías además de un audio que se presentan al público en un espacio singular como es la sala Alcalá 31. E esta sala se alberga con éxito un proyecto artístico en una prácticamente perfecta simbiosis entre arquitectura y fotografía.


El autor propone una selección de espacios arquitectónicos fotografiados y descontextualizados adquiriendo un carácter plástico o incluso escultórico donde el juego de texturas, colores y formas proporcionan una visión artística y abstracta a espacios arquitectónicos exquisitos y cotidianos Podemos encontrar numerosas imágenes que fraccionan elementos arquitectónicos, como la de una escalera que es elevada a categoría de obra de arte mediante recursos expresivos fotográficos que consiguen descontextualizar diferentes espacios de ciudades como Madrid, Ámsterdam, Berlín, Beijing o Río de Janeiro.


Las obras impresas sobre diferentes soportes y tipos de papel son de gran formato y proporcionan diferentes efectos que junto con la sala crean un espacio unitario y sensorial a través la creación de una atmósfera que recuerda a la original concepción del museo como santuario. De hecho la exposición en sí puede concebirse como una gran obra abstracta que recoge a las demás mediante un discurso de cuidada estética a través un lenguaje cromático configurado a partir de tintes pictóricos escogidos por el propio artista.


La ópera que acompaña constantemente al espectador y la singularidad de la sala marcada por el contraste de sus neutras y lisas paredes con su elaborado artesonado del que cuelgan complicadas arañas, que podría perfectamente haber sido fotografiada e incluida en la exposición nos ayudan a sumergirnos en un paréntesis en pleno centro de Madrid, donde una visión muy personal del artista nos sumerge en el universo de Ballester, dándonos la sensación de haber caminado por esos espacios abstractos.


La distribución de las obras mediante el tiempo como hilo conductor es acertada. El empleo de cartelas informativas es bastante escaso pero justamente el necesario al tratarse de una experiencia principalmente estética y sensorial.


La sala sabe fusionarse y formar parte de la obra, la cual presenta un atractivo lenguaje y enorme poder embaucador mediante un gran formato que parece abrazar al espectador. La obra utiliza acertadamente los recursos fotográficos consiguiendo precisamente la abstracción de la realidad presentándonos un nuevo enfoque que consigue crear arte abstracto a partir de espacios y formas que resultan cotidianas a primera vista y que pueden transformarse en nuevas realidades mediante la utilización de efectos ópticos y diferentes ángulos de visión. Es la plasmación de un mundo visual alternativo que pasa desapercibido diariamente excepto ante los ojos de artistas de gran talento y sensibilidad como es el autor de estas obras, donde además se plantean importantes aspectos formales de la arquitectura contemporánea que parte rumbo hacia la funcionalidad, la sostenibilidad y la estética. Mientras se superan retos técnicos adquiere un mayor protagonismo la forma que nos recuerda a la abstracción plástica concibiendo a los edificios como gigantescas esculturas.


Lo más sorprendente de la exposición, es en mi opinión la adaptación de la sala a la estética del artista y la capacidad de crear una atmósfera propicia para disfrutar de un tipo de arte concreto en un hermoso lugar formado por dos niveles pero unitario a la vez, no de gran tamaño, donde se sabe economizar el espacio sin perjudicar al conjunto expositivo y se consigue un discurso, arcado por la personal estética del artista.



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