jueves, 13 de octubre de 2011

Caminante frente al mar de hormigón

José Manuel Ballester: La abstracción en la realidad

Sala Alcalá 31

Mª Ángeles Rodríguez Sánchez

Existió durante un tiempo la creencia de que todo los mostrado a través de un objetivo era completamente fidedigno en comparación con el ojo humano, de hecho, se llegó a confiar en mayor grado en este procedimiento técnico que en la sensible experiencia visual que en tantas ocasiones no ha traicionado. Poco a poco hemos ido dándonos cuenta de que la neutralidad que desde los comienzos le hemos otorgado a la fotografía puede llegar a ser tan falsa como los efectos que nos llegan a la retina de primera mano y esta exposición es un ejemplo de ello. Una de las ideas básicas que nos transmite es este concepto de la abstracción que puede ser exprimido desde cualquier punto de vista y llevado al extremo. La arquitectura es muy fácilmente objeto de ello puesto que formalmente no es más que un conjunto de geometrías que si las sacamos de su contexto y las convertirmos en fotografías, es decir, si pasamos un edificio de su tridimensionalidad a la bidimensionalidad del papel fotográfico, vemos cómo se ha transformado en algo diferente e incluso si no sabemos que se trata de edificios podemos creer que se trata más bien de fotografía abstracta basada en la geometría de las líneas que la componen.

De este modo, al igual que es más fácil desintegrar el espacio también resulta más asequible construir arquitecturas efímeras. Me refiero con efímeras a que el hilo conductor de la exposición de Ballester es la construcción de los espacios de exposición de forma que el espectador se vea envuelto en ellas, trata de crear un espacio teatral en el que el público tenga la sensación de estar en el espacio ilustrado y no en una sala de exposiciones. Así establecemos todo un recorrido visual por una arquitectura que se prolonga en el espacio a la manera de un trampantojo. Y esto es una solución fantástica ya que no sólo nos permite ver paisajes arquitectónicos verdaderamente reseñables sino que además nos da la oportunidad de ver esas arquitecturas de tal modo que ellas mismas construyen tanto el discurso de la exposición como una concepción visual de modo que aquí se le da un papel protagonista al espectador en cuanto a la construcción de estos espacios, construcción que no es más que una interpretación tan personal como lo pueda ser otra sólo que en este caso más que una interpretación teórica se trata de una resolución espacial, la cual también requiere su teoría. Hubo un momento durante el recorrido de la muestra en el que me sentí como el caminante de Freidrich enfrentada a un abismo de hormigón blanco en el que lo único que me salvaba de caer era una barandilla que lo último que me reportaba era la sensación de seguridad.

Toda la muestra nos hace reflexionar sobre el concepto de los grandes lugares antes de ser invadidos por la multitud. Es la soledad y la impolutez que nunca podremos ver presencialmente en estos sitios pero que sin embargo está ahí. La mayor parte de las fotografías han sido tomadas antes de la inauguración de los aeropuertos, museos, etc., con lo que no han podido ser corrompidos aún por la presencia humana. Es esta idea del progreso y del fetichismo por lo nuevo que tan presente está en la sociedad contemporánea y que nos lleva a comprobar que el nuevo Mercadona que han abierto nuevo en tal sitio es diferente del que ya conocemos aunque sabemos de antemano que va a seguir siendo igual de deprimente, es decir, un espacio de tránsito en el que ni siquiera nos paramos a pensar cómo ha llegado hasta allí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario