viernes, 14 de octubre de 2011

Fronteras del silencio

Artista: José Manuel Ballester.
Título: La abstracción de la realidad.
Sala: Alcalá 31 (Del 8 de Septiembre al 20 de Noviembre).


La sala Alcalá 31, emblemático espacio de la capital auspiciado bajo la dirección de la Comunidad de Madrid, expone este otoño a José Manuel Ballester y, más concretamente, a su producción fotográfica de los últimos cinco años. La elección de Ballester para abrir la temporada expositiva no es aleatoria: Galardonado en 2008 con el Premio de Fotografía de la Comunidad de Madrid y en 2010 con el Premio Nacional de Fotografía, el artista se erige como una de las figuras fundamentales del panorama actual en esta disciplina. Si de paso se publicita el papel de las autoridades en este apoyo incondicional a la cultura, retroalimentando la relación artista-institución, mejor que mejor. Todo queda en casa.
Ballester abrazó la fotografía al despuntar la última década del siglo XX, abriendo un camino paralelo (y casi inevitable) a su pintura hiperrealista, que ya había retratado interiores y paisajes urbanos, tema predilecto de sus instantáneas. Durante los últimos años su trabajo se ha orientado cada vez más hacia la introspección, a pesar de compatibilizar pintura, fotografía e, incluso, videoarte como el Oh! Mio Cor que protagoniza esta muestra y la dota de significado: Según el artista una reflexión acerca de la soledad y el vacío.

Acostumbrados como estamos a que la televisión nos haga viajar de manos de triunfadores autóctonos que nos enseñan los rincones más emblemáticos de cada ciudad animados por la ferviente agitación de la vida urbana, la sala Alcalá 31 nos posiciona en el polo opuesto, diseminando a lo largo de sus inmaculados muros blancos las imágenes que este madrileño por el mundo ha ido tomando bajo esa óptica personal que se aprecia mejor en grandes formatos. Lejos del bullicio y la suciedad que anida en los grandes núcleos habitados, las propias fotografías son una descontextualización en sí, pues a pesar de reflejar algunos de los edificios más populares de ciudades como Sao Paulo, lo hacen sin la menor huella de presencia humana. Ballester los convierte en meras formas volumétricas que reducen el componente figurativo al mínimo, basando el mensaje y la intención de la obra en el juego de la luz, la sombra y los espacios vacíos. Hasta el color está a menudo reducido a la escala de grises que ofrece el acero y el hormigón. El título de la exposición encuentra significado en esta formulación: Lo original del planteamiento es hacer de estructuras funcionales como es la arquitectura meros objetos estéticos a través de su reproducción fotográfica.

No obstante, poco o nada tiene de innovador el utilizar otras formas de arte reproduciéndolas para convertir a las copias en piezas independientes. Por mucho que en ellas medie un filtro distorsionador y no sea una plasmación servil, el hecho de adueñarse de la imagen de edificios construidos por arquitectos de firma internacional es un dato que resta frescura a su propuesta. Desde que Walter Benjamin desatase sus reflexiones en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, muchos han sido los teóricos y artistas que han hecho girar sus trabajos en torno a los conceptos de autoría, copia, original, etc. Ballester ni si quiera se lo plantea, su pretensión es más cercana a la de un turista que busca lo bello con un especial talento para profundizar en los rincones más insólitos de los espacios que visita. Sin embargo, tampoco es ninguna novedad el que un gobierno no apueste por lo revolucionario. Lo consolidado y poco polémico siempre disuade al fracaso.



Desde otra perspectiva, Ballester nos ofrece una oportunidad única, la de profundizar en nosotros mismos y experimentar la soledad a través de su arte o, simplemente, de disfrutar de unos minutos de paz en mitad del caos capitalino.

Marcos Arranz Melero.

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